CUBA 3. INCREÍBLE.
Tres días en La Habana y ya me ha conquistado. Desde que puse un pie en este país, sabía que la perla del Caribe, me hiba a marcar de por vida. Aquí, día día se respira un ambiente diferente una magia que casi, casi puedes tocar con las yemas de los dedos.
La verdad que fué todo un acierto alojarnos en en el carismático Hotel Nacional declarado Patrimonio de la Humanidad, por su situación en pleno centro de La Habana y porque es una de las joyas de la ciudad.
El Hotel es uno de los lugares con más historia de la urbe, reflejando su estilo único basado en el “art-deco”. Construido en los años 30 (puedes imaginar que precisamente nuevo no es), todo aquí recuerda sus días de gloria durante los años 50, pasearte por sus diferentes salas, cada rincón con sus cientos de fotos y objetos decorativos de tiempos pasados, su techo de madera tallado en el lobby, los cautivadores sofás Chester ubicados bajo impresionantes luminarias de araña... Te imaginas todo lo que aquí sucedió y las personalidades importantes de toda índole que se han paseado por aquí y es para alucinar.
Así que aunque “pernoctes” en otro lugar, no dejes de pasarte por aquí para disfrutar de este lugar de interés turístico y pasear por sus increíbles jardines salpicados de palmeras. Siéntate, relajate y pide su famosa piña colada, de las mejores que he probado, muy recomendable!
Otro de los puntos fuertes de este hotel, es sin duda su ubicación con vistas al evocador paseo marítimo de La Habana, el Malecón. Entre el asfalto y el mar se extiende un muro de ocho kilómetros de largo, probablemente sea la avenida más auténtica y cubana por antonomasia.
Yo, no le encontraba la “gracia” a un paseo que me parecía más soso que nada, porque no veía más que un sencillo muro de cemento desnudo y largo... Pero ainssss amigo mío, es ver para creer y comprender que este tradicional punto de reunión predilecto de amantes, músicos, poetas, nómadas, pescadores y melancólicos que miran a Florida, es sencillamente espectacular!
Amanecer en el Malecón te cambia la percepción, es maravilloso pasear por el mientras surge el día y notas como el sol va coloreando el cielo de cálidos colores, sientes paz y tranquilidad mientras miras al mar.
Conforme va cayendo el sol, el muro se llena de gente y en menos de lo que canta un gallo te verás rodeado de peña cantando, fumando, bailando, contando historias y como no... dándole al pimple. En ese momento entenderás que “hasta que se seque el malecón, no es un decir, precisamente”, je, je, je!
Pongo rumbo justamente al otro de la turística Habana Vieja, te va a sorprender y además así puedes probar otro medio de transporte porque lo vas a necesitar y como aquí el regateo es todo un arte, vas practicando!
Que aún así, por muy bien que creas que te ha salido, siempre te vas a sentir como que se han salido ellos con la suya y podías haber apurado un par de CUC más. Un consejo: pacta el precio del trayecto antes de subirte!!!
El “coco-taxi”, sin duda es mi transporte mi favorito, se trata de una especie de moto-carro con techo, que parece un huevo con tres asientos en la parte trasera. Es muy cómodo y divertido pasearte de acá para allá mientras vas de charleta con el conductor.
Nos dirigimos al barrio de Vedado (más allá del hotel Nacional), una de las zonas de La Habana con mayor ambiente americano donde viven cerca de 175.000 habitantes y cuenta con tranquilas zonas residenciales, varios teatros, restaurantes, paladares y un excelente ambiente nocturno.
Continuamos hacia Miramar, en este punto comienza una zona de la ciudad que puede parecer un cambio no de barrio, sino de país... se trata de la zona residencial que creció en la primera mitad del siglo XX para alojar las clases altas. En esta zona se aprecia un “urbanismo” más ordenado con amplias manzanas rectangulares separadas por calles, a veces interrumpidas por plazas ajardinadas entre imponentes ficus. El eje principal es la Quinta Avenida, con sus suntuosas casas de estilo en su mayoría colonial con jardin, embajadas e instituciones públicas.
Asi llegamos entretenidos con la charla de Miguel nuestro encantador conductor, al pueblo costero de Jaimanitas, en el extremo occidental de La Habana a un lugar especial que no conocen muchos, (casi si me apuras ni siquiera algún que otro cubano) Fusterlandia!
No pulula entre los sitios más turísticos a visitar quizá por su lejanía con la Vieja Habana, así que cuando oí hablar de este lugar mientras preparaba mi viaje a Cuba, me llamó poderosamente la atención y como buena viajera para nada me disuadió.
En Fusterlandia o casa Fuster -como muchos la conocen- puedes apreciar el arte urbano en La Habana de la mano de el ceramista, dibujante, pintor y grabador José Antonio Rodríguez Fuster, un proyecto creativo que involucra a más de 80 casas.
Hace más de 30 años que este artista instaló su casa y taller en esta localidad costera y comenzó a rehacer el vecindario su propia imagen, a base de coloridos mosaicos, caprichosas esculturas que cubren casas y jardines y que ha transformado este humilde barrio en una explosión de arte y creatividad.
Una pasada de lugar de lo más sorprendente, que automáticamente te recuerda a Gaudí y su parque Güell ya que el arquitecto catalán siempre ha sido su fuente de inspiración.
Este mágico lugar tan naif, merece mucho la pena conocer... pero sobre todo porque ves como un barrio tan humilde ha llegado a convertirse en una de las atracciones más singulares que ofrecen hoy las artes visuales de La Habana, gracias a la imaginación de este gran artista.
Así que ya sabes, apúntate este lugar.
Alejados totalmente de centro Habana, más allá del rio Jaimanitas, nos acercamos hasta la Marina Hemingway. Se trata de un complejo náutico para yates deportivos y de pesca que incluye también hotel, restaurantes y canales de aguamarina para atracar los barcos o simplemente darte un baño. Pocos visitantes conocen el lugar y la verdad es digno de ver.
Aprovechamos para tomar un refrigerio en uno de los paladares más típicos de esta zona, El Laurel. Su ubicación es espectacular, lo suyo es comer en el muelle techado que tienen y sentarse en una mesa sobre el cristalino mar. La brisa marina y la agradable temperatura lo convierten en un lugar perfecto e inolvidable.
Tomamos unos camarones, que qué más quisieran ser camarones... ninguna maravilla, sin sabor, solo sabían a la salsa con que los habían enterrado yo creo que para “despistar”.
Pero los cócteles estaban súper ricos y además a precio comedido, aún así nos sentimos satisfechos aunque solo fuera por el lugar.
Un marco incomparable, tranquilo, donde predominaba un mar en calma, con un color... que no creo que se me borre de la memoria en mucho tiempo, maravilloso.
Lo dicho, un sitio recomendable por el lugar si estás por la zona, pero no esperes demasiado de su comida, aunque puedes poner tú propia música a través de bluetooth y compartirla con el resto de comensales.
El restaurante “recomendable” ... te lo cuento ahora, que siiiii! Se llama Santy pescador y reservé por internet desde España, porque me lo habían recomendado de muy buena mano. Es trata de uno de los restaurantes más autenticos de la Habana por su comida marinera, mediterránea y japonesa. Se encuentra en un muelle sobre el río Jaimanitas, muy cerca de la mansión de los Castro.
Aparentemente la puerta de entrada al restaurante podría ser cualquier cosa menos un restaurante, - en Cuba, nada es lo que parece- pero como si de una entrada clandestina y sin pretensiones se tratara, a través de ella y de un estrecho pasillo de paredes azules...
...se accede al muelle donde está enclavada una casita de madera de pescadores super mona, con sus mesas y una decoración muy acogedora, buen pescado, su sombra y unas vistas muy agradables.
Santy, tiene su barco justo en frente y con el sale todas las mañanas a pescar lo que sus clientes comeremos en el día.
Increíbles el tataki de atún y los niguiris también de atún, se nota que el producto es súper fresco y los sabores deliciosos y puros. Originales las almejas voladoras, aunque un poco basta la textura y muy fuertes de sabor. Finalizamos con un dulce flan casero impresionante. El servicio muy amable.
Es uno de esos lugares donde parece que el tiempo se haya detenido años atrás, cuando todo era más sencillo y la gente no tenía tanta prisa.
La vuelta hacia centro Habana... ni te la cuento 😬 una gran experiencia en sí misma, subirte en los autobuses 🚌 cubanos, donde el conductor del autobús nos quiso timar con las vueltas en CUP en vez de devolvernos pesos convertibles- aunque no se salió con la suya- donde aceleraba saltándose paradas cuando le daba la gana y donde cabían 100 personas, íbamos acinados como sardinillas enlatadas unas 350... ja, ja, ja, muy divertido porque además no había ni aire acondicionado.
Aunque ya siento no tener ni media foto para demostrarlo, pero es que no podías ni mover casi el ojo para pestañear de la cantidad de personas que éramos, a pesar de todo ello la gente súper educada y ni se intuía ningún olor desagradable por increíble que parezca. Surrealista!
Y ahora, dale al play!!!
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